do visitamos a abuelo, lo ayudo a vender frutas,
pregonando los nombres de cada una
mientras caminamos: nuestros pasos repican como tambores,
nuestras manos, cual maracas, que suenan
agitan los brillantes colores de las frutas...
Vivo lejos de abuelo,
pero podemos cantar rimas
de ida y vuelta entre nuestros dos países,
nuestros versos en papel vuelan como aves cantoras,
cada sílaba un abrazo
hecho de palabras.