2La singularidad de este libro de Diego Arria, es que lo escribe en primera persona sobre acontecimientos mundiales que ponían en peligro la paz y la seguridad internacionales a partir del colapso de la Unión Soviética. No se trata, pues, de la visión de un observador distante, sino de un actor de hechos en los que participó activamente como miembro y presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, desde la invasión a Kuwait y sus secuelas y las sanciones aplicadas a Libia por sus acciones terroristas, hasta las sangrientas guerras en los Balcanes durante los años noventa y sus consecuencias que se evidencian incluso hoy. Arria recoge sus experiencias de maneraindependiente, sin otra agenda que no fuera su firme compromiso con losprincipios y fundamentos de la Carta de las Naciones Unidas, sistemáticamenteviolada por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, a los quedenuncia de manera documentada y muy severa. Las conversaciones no públicas delConsejo cobran vida en este testimonio de Arria, quien en todo momento entendióque su responsabilidad en las Naciones Unidas, además de representar a su paísen ese organismo, era con la comunidad internacional. En estas páginas tampocoelude censurar la actuación del secretario general de la ONU por su continua ysumisa complicidad con los intereses particulares de los miembros permanentes.
Su descripción de esas connivencias pone
de relieve la turbia tolerancia de los países más poderosos del planeta a la
hora de actuar ante asuntos de tanta gravedad como la limpieza étnica
y el genocidio, y el doble rasero que han adoptado para juzgar a promotores de
guerras y actos de terrorismo internacional como Sadam Hussein, Muamar Gadafi y
Slobodan Milosevic.