Dicen que cada libro que escribes arranca una parte de ti que ya nunca volverá. Yo prefiero pensar que cada libro es una forma de liberar esos sentimientos ocultos, sentimientos que, en mi caso, sólo puedo soltar escribiendo. Son las seis de la madrugada de una noche cualquiera, estoy a oscuras en mi habitación mientras el piano de Bohren & Der and Club se desliza por mi cuello invitándome a masturbarme. El silencio de la noche, unido a la delicadeza del piano, hacen que sea uno de esos momentos perfectos para escupir este prólogo. La libertad que siento al escribir es una sensación tan adictiva como dolorosa. Soy de esos que piensa que un libro tiene que sanar al escritor al mismo tiempo que apuñalarle el hígado. Puede parecer contradictorio, pero si hay algo precisamente difícil y doloroso para el ser humano, es enfrentarse contra sus propios miedos. Una de las ventajas de esto, como bien ya han escrito por ahí, es que sólo el escritor sabe a quién le escribe, mientras que el lector, en cambio, lee a quien más extraña. Eso es lo bonito: esa forma mágica que tienen las palabras de cobrar vida más allá del papel, y hacer que dos personas que están tan lejos --y a la vez tan cerca-- sean capaces de compartir un mismo sentimiento. Por eso compañero o compañera, --íntimo o íntima desconocida-- espero que entre estas páginas te encuentres contigo mismo. De lo contrario, me temo que no tiene ningún sentido que sigas con este libro.
Carlos Kaballero
Colección Poesía
El gato negro