a vida de un monarca al que le importaba más cómo iba vestido que cómo estaba su pueblo. De ello se aprovechan dos astutos hombres extranjeros quienes, haciéndose pasar por tejedores, le ofrecen una tela para elaborar sus trajes cuya principal virtud era revelar quiénes eran tontos o poco capaces para desempeñar sus puestos. La idea le agrada al emperador y, de inmediato, les da mucho dinero para que le confeccionen su nuevo traje. Después, durante un gran desfile, su majestad porta el famoso traje ante las miradas sorprendidas de los habitantes del pueblo, pero nadie se atreve a decir lo que ve.