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rre en el contexto de las relaciones más significativas para el desarrollo del ser humano. La seguridad que deben proveer los cuidadores es severamente dañada por sus propias acciones negligentes y maltratantes, dejando un legado de desconfianza y alerta que se trasladará a todas las relaciones interpersonales que el niño establezca, en especial, con otros adultos. La base del proceso terapéutico para estos niños y niñas, comenzará entonces por la construcción de una experiencia interna de seguridad que le permita recuperar la confianza en las relaciones -en especial en las de cuidado- y dejarse acompañar por el terapeuta en el proceso de sanar esas profundas heridas. El viaje en el que nos adentramos no está exento de turbulencias y la primera pregunta que el terapeuta deberá responderse es: está mi paciente en un contexto de seguridad real, en el que no siga siendo maltratado? Si esa seguridad real existe, entonces pasamos al siguiente nivel: pueden sus cuidadores proveerle una experiencia relacional segura, estable, reparadora? Y si no es así qué necesitan para poder hacerlo? Pero el terapeuta es parte de la ecuación, entonces deberá responderse, además, esta otra pregunta: qué debo hacer (y cómo puedo hacer) para ofrecerle a mi paciente una experiencia de seguridad en la relación terapéutica? Y qué puedo hacer para ayudar a los cuidadores a ser los verdaderos sostenes de la vida y el desarrollo de estos niños y niñas? La construcción de una experiencia de seguridad relacional puede parecer frágil en la vida de estos niños, y eso muchas veces nos llevará a caer en la trampa del terapeuta rescatador, invalidando sin pretenderlo, a quienes deben ser los verdaderos escudos protectores de nuestros pequeños pacientes: sus cuidadores. Aprenderemos entonces a observarnos en nuestra tarea y a corregir el rumbo de nuestra nave.
En esta primera parte del viaje, el terapeuta, su pequeño paciente y sus cuidadores van tejiendo una nueva matriz de conexión, en la que las necesidades puedan ser escuchadas, interpretadas y atendidas, y en la que las interferencias puedan ser reparadas. Y será precisamente el tejido de esa matriz el que permitirá la parte más compleja de la travesía por venir: la de reparar las desconexiones más profundas y sanar las heridas causadas por la violencia.